¿Por qué es importante hacer cosas nuevas?
Adolfo Espinosa Guimbarda
Si pusiéramos una cámara de vídeo a grabarte las 24 horas del día por un año completo, observaríamos que muchas de las cosas que haces todos los días, las realizas de la misma manera (como si fuéramos robots). Por ejemplo, a la hora de bañarte, primero lavas el cabello, luego es probable que enjabones tu cara, tu cuello y después el cuerpo. Al observar detenidamente cómo lo haces, con toda seguridad tienes una especie de ritual, en donde sigues un orden establecido de manera inconsciente.
Si continuamos observándote a la hora de secar tu cuerpo con la toalla, nos daríamos cuenta de que también la forma en que lo secas, es muy rutinaria: primero el cabello, luego tus hombros, la espalda, tu pecho, etc., y mientras estás haciendo todo esto, es muy probable que estés distraído, pensando en todas las cosas que tienes que hacer o que ya hiciste: preocupaciones, responsabilidades, etc.
Así como en los ejemplos anteriores, existen muchas cosas que haces de manera muy similar todos los días: manejar, comer, peinarte, maquillarte, revisar tu celular, etc., mientras estás perdido en una avalancha de pensamientos.
Existe una parte de tu cerebro, que se encarga de realizar, todas aquellas cosas que haces de manera automática (inconsciente). Para llevar a cabo este tipo de acciones, no es necesario utilizar el lóbulo frontal de tu corteza cerebral. En el lóbulo frontal es en donde se encuentra aquello que conocemos como «la conciencia», cuando nos proponemos a hacer algo y lo hacemos, es el lóbulo frontal quien se encarga de eso, también es quien realiza actos de análisis, concentración; se puede decir que es el director de la orquesta. Una persona que está habituada a reaccionar con fuertes emociones frente a los fenómenos del entorno, tiene su lóbulo frontal apagado; por el contrario una persona que piensa antes de actuar, tiene su lóbulo frontal encendido. Estar perdido en tus pensamientos habituales (sobre todo cuando son ideas que te llevan a emociones como la tristeza, el enojo, la ansiedad) mantiene al lóbulo frontal sin funcionamiento, ya que son ideas tan arraigadas que no se requiere de su trabajo; por el contrario, estar consciente del aquí y del ahora, lo mantiene activo, alerta; así como cuando pensamos de manera creativa.
Esta parte de nuestro cerebro es aliado de lo novedoso y de lo desconocido, por lo que, si deseas desarrollarlo, aprende cosas nuevas; comienza a hacer las cosas de manera diferente; cosas tan sencillas como usar tu mano izquierda en vez de la derecha; comenzar por enjabonar tus pies primero, en vez de tu cabello; comer cosas distintas a las que estás acostumbrado; irte por rutas diferentes a tu trabajo, etc. La disciplina, la congruencia entre lo que dices que vas a hacer y lo que haces, el no responder de manera emocional a las cosas y el optimismo son también maneras de poner a trabajar a tu lóbulo frontal.