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Historia de la psicología transpersonal

Historia de la psicología transpersonal

 

 

 

 

La Psicología Transpersonal (PT) surge en USA en los años 60, siendo conocida como “4ª fuerza” en Psicología, después del Behaviorismo (1ª), el Psicoanálisis (2ª) y la Psicología Humanista (3ª). Esta última ya aporta una nueva visión del hombre: el foco principal no está en la enfermedad, como en el Psicoanálisis, sino en el “potencial positivo del ser humano”. Está centrada en la creencia de que en el Hombre hay una fuerza poderosísima que le impulsa al crecimiento. En condiciones propicias esta fuerza se manifiesta y la “enfermedad” se considera como la contención, la retención de esta fuerza dentro de nosotros.

El Hombre pasa a interactuar con el mundo, actuando y “siendo actuado”, ya no interesa solamente su historia personal y familiar. La Psicología Humanista da un paso importante hacia la comprensión holística del hombre (como una unidad, un todo) y su integración en la Naturaleza. La Persona ya no se ve como objeto de estudio sino con gran respeto y amor: se considera su dolor y su inmensa riqueza interna. Así surge un “encuentro terapéutico”, donde el terapeuta va a acompañar su cliente (ya no “paciente”) en su caminar hacia dentro de sí mismo.

Sin embargo, alrededor de 1967, con el movimiento hippie, la popularización de la meditación y otras técnicas que podían producir estados alterados de conciencia, además de las drogas psicodélicas de la época, un gran número de personas empezó a hablar de experiencias poderosas y de una gama de estados de conciencia que iban más allá de lo que ocurre en la vida cotidiana, más allá de lo reconocido y estudiado por la Psicología occidental. De repente, lo que siempre les había parecido a los occidentales como algo místico y sin sentido, o como manifestaciones psicóticas o histéricas, se transformó en algo abrumadoramente cotidiano y central en la vida de una minoría significativa. Freud ya había llamado estas vivencias “experiencias oceánicas”, que él había clasificado como “regresión al narcisismo infantil”.

Abraham Maslow, uno de los pioneros de la Psicología Humanista, escribió en 1968: “Considero la PH la Psicología de la 3ª fuerza, una preparación para la 4ª Psicología, todavía más fuerte, transpersonal, transhumana, centrada en el cosmos y no en necesidades e intereses humanos, yendo más allá del humanismo, de la identidad, de la individuación…”

Investigadores como Ken Wilber y Stanislav Grof hacen un mapa de la conciencia al conseguir provocar de forma experimental estados de conciencia superiores, llegando al estado de Conciencia Cósmica (cuando la persona se siente integrada en el Universo). Se dan cuenta que desde ahí se podía tanto ir al pasado (niveles de conciencia uterina) como al futuro, ya que en la Conciencia profunda se trasciende la limitación del tiempo y del espacio, así como la percepción sensorial. Aquí empieza la conexión con toda la enseñanza milenaria oriental, denominada por Wilber como “sabiduría perenne”. Así nace la Psicología Transpersonal.

Todos los niveles de la conciencia, incluso el Nivel Cósmico, ya fueron vivenciados y descritos con absoluta precisión por los místicos orientales hace más de 4.000 años. A través de la meditación, alcanzaban estados no usuales de conciencia, que transcendían el mundo cotidiano, el tiempo y espacio, vivenciando una realidad multidimensional. Hablaban con naturalidad de los flujos de energía dentro de sí mismos y en todo el Universo. Enseñaron que el centro del Hombre no es la mente, sino un nivel mucho más profundo que llamaron Ser, Conciencia, Ser Interior, Maestro Interior, Self… Cuando conectamos con este nivel profundo de nosotros mismos, experimentamos un sentimiento de Unidad con el Universo. Sentimos paz, fuerza interior, desaparecen el miedo y la inseguridad. Ya no hay soledad, sino un estado de plenitud y de pertenencia con el Todo. El sentimiento de separación entre yo y el mundo desaparece, ya que esto pertenece a los niveles del Ego. La sabiduría oriental no se conformó observando a los demás, como hacemos nosotros los occidentales, sino buceando profundamente dentro de sí mismo.

Así, la PT unifica el conocimiento occidental con los sistemas filosóficos orientales: Budismo, Yoga, Taoísmo, Sufismo, Vedanta, etc. Todas estas escuelas ofrecen estudios objetivos y prácticos sobre el funcionamiento de la mente, como manejarla y también como obtener el contacto con este nivel más profundo. Afirman que la cura de todos los dolores psicológicos del hombre está en esta conexión con este Centro interior, fuente de toda nuestra fuerza y energía. Ahí se encuentra almacenada una profunda sabiduría, un centro orientador de donde nace toda nuestra intuición pura.

Por lo tanto, la PT es un instrumento de investigación de esta naturaleza esencial, que reconoce el potencial de los estados de conciencia que transciendan los límites normales de la personalidad y de la salud, reconocidos tradicionalmente. También valida las experiencias trascendentales como factor de crecimiento y expansión de la Persona. Esto no significa que ignore los traumas infantiles ni disminuya la importancia del Ego. El Ego necesita desenvolverse y estructurarse, porque ejerce una función imprescindible para la adaptación al exterior. Como dice Wilber: “Primero tienes que ser alguien para luego poder no ser nadie”. No se trata de destruir el Yo, sino fortalecerle, hacerle flexible y entonces ir más allá de él.

Desde que la física cuántica, a principios del siglo XX, destapó un otro nivel de la realidad, el nivel cuántico (en el que el mundo se manifiesta como una gran red de energía que no obedece a las leyes mecanicistas), sus experiencias científicas se hermanaron con las investigaciones de todos estos sabios milenarios de Oriente, hechas a través de la meditación. De esta manera, la física cuántica se transformó en el fundamento científico de la Psicología Transpersonal, y ambas siguen evolucionando en un proceso entrelazado.

 

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